El amor y el odio son dos caras de una misma moneda, están tan juntas que podemos pasar de un estado al otro sin darnos cuenta, en cambio la indiferencia, es fría como el hielo. Por eso cuando tenemos una pelea con alguien nos suelen aconsejar “mátalo con la indiferencia”.
Claro está que no es que deseemos ser odiados, pero la indiferencia en algún lugar de nuestro corazón, duele más que el odio. ¿Pero… por qué? ¿Por qué somos masoquistas? ¿Por qué preferimos que nos odien? No es que prefiramos que nos odien o nos tiren a matar, pero justamente la falta de interés hacia nosotros es lo que nos duele. ¿A quién no le ha pasado alguna vez esperar una llamada impacientemente? Esperar segundos, minutos, horas, días… hasta meses, pero el maldito teléfono no suena y decimos SOCORROOOO!!! ¡Ayúdenme!
La indiferencia duele en el alma más que el odio. Por ejemplo cuando odiamos a un ex, es porque estamos todavía pendientes de esa persona, porque hay algo que nos llama la atención de sus actitudes, porque genera una pasión en nosotros, en cambio la indiferencia roza el desamor.
A mi modo de ver hay dos tipos de indiferencia, la verdadera y la fingida. La primera es fría, es cuando notamos que al otro le importa todo un cuerno, cuando ante una sonrisa nos mira con desgano como diciendo ¿y ahora qué quiere? Es la que ante la espera desesperamos, en la que preferimos el odio antes que la indiferencia porque no queremos que nos dejen fuera. La fingida es sólo para generar reacciones en el otro: ¿pero a este/a qué le pasa que no quiere saber de mi? ¿Por qué será que no me llama más? ¿Prefirió a fulanita o menganita a estar conmigo? O el típico “yo le doy todo y él/ella no me da nada”. Pero no nos desesperemos, es sólo un simple juego, lo otro, lo otro es distinto, es una herida profunda a nuestro corazón.
17/11/11
Lo contrario del amor no es el odio sino la indiferencia:
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